Hacía un tiempo hermoso, perfecto para salir a caminar.
Así que salí a dar un paseo. Pasé por un cementerio detrás de una iglesia. Allí, recostada contra la parte posterior de un cobertizo, había una gran cruz de madera. Y pensé: ¿Por qué pondría una iglesia su cruz detrás de su cobertizo? ¿Será que es muy vieja? ¿Comprarían una nueva? ¿Se avergüenzan de ella?

¿Te has avergonzado de la cruz? ¿Te has avergonzado de tu fe? ¿La sacas para que la gente la vea cuando te conviene? ¿Por lo general en Semana Santa y Navidad? ¿O sobre todo cuando tu abuelita está cerca?

Daniel era un hombre que no ocultaba su fe en Dios. En el capítulo 6 del libro del Antiguo Testamento que lleva su nombre aprendemos que Daniel era uno de los administradores del rey y sobresalía entre los demás que desempeñaban la misma función. Gracias a sus excepcionales habilidades administrativas, Daniel estaba a punto de ser nombrado en una posición incluso de mayor liderazgo. A los demás administradores no les gustó esto, pero sabían que no podían hacer nada. A diferencia de muchos de los líderes de hoy, en la vida de Daniel no se podía encontrar corrupción.

Los compañeros de Daniel convencieron al rey Darío de que promulgara un edicto mandando que durante 30 días, sólo se pudiera orar al rey. Estaban seguros de que esto haría tropezar a Daniel. ¿Y qué hizo Daniel cuando se enteró del decreto? Se fue a su casa a orar, pero no a Darío, sino a Dios. De hecho, tres veces al día abría su ventana en dirección a Jerusalén, se arrodillaba, y oraba a Dios como lo hacía antes.
Los otros administradores fueron en grupo y encontraron a Daniel orando (tal como se imaginaron que ocurriría), e inmediatamente fueron a decirlo al rey. Sabiendo que no podían enconrar otra cosa para acusar a Daniel, atacaron su fe.
¿Eres como Daniel? ¿Podrían los demás encontrar algo contrati? ¿Podrían condenarte por tu fe? No te limites a exhibirla en los días de fiesta o cuando estés cerca de ciertas personas. ¡Exhibe tu fe siempre!  —PW