Es asombroso que la gente siga creyendo todavía. Las afirmaciones de los anunciantes (para no mencionar las de los políticos) son puro cuento. Lo que dicen podría tener algo de verdad, pero lo que se dice a voces en los anuncios de TV o en las botellas y las cajas es tan exagerado, que todo el mundo sabe que es un invento. Los consumidores no escuchan los anuncios y apenas prestan atención a los empaques. Ya lo han escuchado todo y no creen nada.

Una mañana leí estas afirmaciones en mi frasco de champú: «humectante» (claro, estás usando H2O), fórmula botánica avanzada (¿botánica? ¿avanzada de qué?), emolientes naturales (¿cómo?) y puras aguas glaciales suizas (¿acaso Suiza tiene glaciales?) para producir «un cabello simplemente asombroso y hermoso» (igual que lo que dicen hacer todos los demás champúes).
Entonces eché un vistazo al frasco de la loción de baño. Era una fórmula suiza (¿qué es lo que tienen los suizos?) que decía ser antioxidante (hay que tener cuidado con los oxidantes), ofrecía la «aromaterapia de pura vainilla» (estoy loco por ver lo que es), decía que era «extra suave» y contenía «los nutrientes de las vita minas E y A». Profesaba ser tanto un jabón de baño como una loción para el cuerpo, pero no dejaba «una capa seca» en la piel (claro que no, si uno se la quita con el agua en la ducha).
En medio de todo el ruido y las maniobras, no es de extrañar que sea difícil que la gente escuche el evangelio. La mayoría ha escuchado tantas afirmaciones de tantas fuentes diferentes que ofrecen tantas cosas de tantas maneras, que no escuchan. Pero el evangelio no es sólo buenas nuevas; ¡son las mejores nuevas que se hayan escuchado jamás!

Entonces, ¿qué hacemos para que la gente escéptica y endure cida escuche sobre Jesús? Diles la verdad sobre Él. No exageres (2 Corintios 4:2). Evita los clichés. No hagas promesas fabulosas que la Biblia no hace. Y sobre todo, muéstrales con tu vida feliz y santa que tus creencias realmente dan resultado. Ese es el tipo de testimonio que nadie puede rehusar.  —DCE