Conozco algunas personas que son bien tacañas con su dinero. Ahorran hasta el más mínimo centavo. Una vez jugué golf con un hombre que recogía de la basura las atas de refrescos para redimirlas por el depósito. Otra persona corta la parte de abajo del tubo de crema para las manos para poder sacar un poquito más. Otro hombre me mostró una vez un par de zapatos al que le había cambiado las suelas durante más de 25 años.

Ahorrar dinero no es malo, por supuesto. Es buena mayordomía. Yo le he arrancado la página del crucigrama a un periódico viejo para no tener que gastar 50 centavos comprando mi propio ejemplar.

Pero algo anda muy mal cuando eres tan tacaño que no le das propina al niño que reparte los periódicos. O te aseguras de encontrar algo malo en el servicio de la mesera para sentirte justificado en no darle propina.

Leí una historia de un hombre tacaño que invitó a sus sobrinos a su propiedad para buscar puntas de flecha. Ellos llegaron muy emocionados, pero el tío les dijo que no les iba a decir dónde tenían que buscar hasta que limpiaran una gran área de piedras y quitaran toda la maleza. Los muchachos trabajaron arduamente durante horas. Luego se enteraron por su padre de que en la propiedad de su tío, nunca se habían encontrado pun tas de flecha.

La mezquindad que hiere o humilla a una persona no es conforme al Espíritu de Jesús. Hemos de ser generosos, justos y dadores. Hemos de dar a la gente lo que se le debe, y tal vez un poquito más.

Dios es el Dador máximo. Dio a su Hijo haciendo un sacrificio increíble para pagar por nuestros pecados y ofrecernos vida nueva.
Padre celestial, es mucho lo que me has dado. Ayúdame a ser generosocon aquellos que me sirven o que trabajan conmigo, o los que tienen necesidad.—DCE