Dos amigas y yo pasamos un fin de semana juntas el verano pasado. Comimos, nos reímos, fuimos de compra y nos reímos más. Tarde una noche estábamos recostadas en pijama cuando una de mis amigas dijo: «Vamos a ver la película Sex and the City[Sexo y la ciudad].
Puesto que no tengo en la casa el canal de TV que normalmente pasa esa película, no había visto la comedia que ganó un premio. Fue escrita muy inteligentemente, tiene unas reflexiones muy chistosas sobre la vida de soltero, y los cuatro personajes principales tenían una amistad muy firme y de mucho interés mutuo. Pero la película mortificó mi conciencia sin misericordia. Uno de los personajes tuvo relaciones sexuales con un hombre la noche que se conocieron. El sexo se representó más gráficamente de lo que se puede hacer en televisión. Y la película trata el sexo muy ligeramente, como si no fuera más que un juego. En la Biblia no hay reglas específicas sobre la televisión, ni siquiera en las traducciones más actualizadas. Pero sí hay muchas directrices sobre el sexo. Es un tema crucial. Y si queremos tomar en serio a Dios, tenemos que tomar en serio lo que Él dice al respecto. La clave es pensar igual que Dios, ya sea sobre el sexo, el dinero, la familia, la honestidad o cualquier otro asunto con el que lidiemos. Y tenemos los medios para hacerlo.
Como seguidores de Cristo «tenemos la mente de Cristo» (1 Corintios 2:16). Tenemos «el Espíritu que viene de Dios» (v.12). Cuando nos esforcemos por conectar con la sabiduría del Espíritu Santo que mora en nosotros, podremos ver las cosas de la manera en que Dios las ve y hacer juicios correctos (v.15). Dios ha hecho posible que nosotros, no sólo sepamos de Él, sino que le conozcamos personalmente. Ese conocimiento íntimo de Él, y crecimiento en Su sabiduría, empieza en nuestro corazón, un corazón que lo ama (v.9).
Yo no te voy a decir lo que debes o no debes mirar en la TV. (Aunque me siento bastante segura de decirte que dejes fuera de tu lista Sex and the City.) Profundiza más. Entiende tu mundo «no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu» (v.13).
Dios está ahí. ¿Lo conoces? Él puede. ¿Estás dispuesto? —TC