Cuando visité México, cuánto deseé haber sabido hablar español. Podía decir gracias, muy bien y hola, pero eso era todo. Me cansé de decir solamente gracias a todos los que me hablaban o hacían algo por mí.
Sin embargo, nunca deberíamos cansarnos de expresar palabras de gratitud a Dios. David sabía lo importante que era dar gracias. Después de convertirse en rey de Israel y de hacer construir una tienda para albergar el arca del pacto (donde moraba la presencia de Dios), designó a los levitas «para que ministraran, dieran gracias y alabaran al Señor» (1 Crónicas 16:4 NVI). Allí permanecían muchas personas para ofrecer sacrificios y dar gracias a Dios todos los días (vv. 37-38).
David también les encargó a Asaf y a sus colaboradores un cántico de agradecimiento (1 Crónicas 16:8-36 NVI). Este salmo daba gracias por lo que el Señor había hecho: «sus proezas entre los pueblos» (v. 8), «sus maravillosas obras» (v. 9), «los prodigios y los juicios que ha emitido» (v. 12) y por ser el «Salvador» (v. 35). Esta canción también alababa al Señor por lo que Él es: bueno, misericordioso y santo (vv. 34-35).
Al igual que David, nunca deberíamos cansarnos de decirle gracias a Dios por lo que es y por lo que ha hecho por nosotros. Dedica hoy un tiempo para ofrecerle tu sacrificio de alabanza.