El hombre creó a Dios. Al menos eso es lo que algunos «expertos» nos dicen. Creen que hace muchos años, personas no iluminadas ni instruidas inventaron el concepto de Dios para explicar los asuntos complejos de la vida y la muerte.
Pero esa solución refleja el mismo pensamiento sobresimplificado que se atribuye a los pueblos antiguos. En teoría postmoderna suena muy bien, pero si uno le agrega el relato de un Jesús resucitado cuya existencia está confirmada por la historia y cuyo cuerpo nunca se encontró, la situación se vuelve más complicada.
Ciertamente que causa problemas cuando la criatura reclama el crédito del Creador. Es lo último en razonamiento distorsionado. Pero eso es exactamente lo que ha sucedido en una cultura que rehusa reconocer la existencia de Dios. Los que se niegan a ver se pierden de conocer un Dios impresionante, un Dios demasiado grande como para tener los orígenes que ellos describen.
Sin embargo, no deberíamos ser demasiado prestos a juzgar. Así como la antigua Israel adoptó las prácticas de las naciones que la rodeaban, nosotros podemos adoptar la manera de pensar de nuestra cultura. No llegamos tan lejos como negar la existencia de Dios, pero tenemos una actitud exigente, actitud que asume el señorío que pertenece a Dios.
Jeremías abordó el problema de la idolatría. La idolatría de nuestra cultura nos puede afectar también. Cuando el materialismo nos ciega perdemos de vista a Dios y nos centramos más en nosotros. Podemos ver los constantes flirteos de Israel con dioses falsos y preguntarnos: «¿Cómo podían volverse de un Dios pode roso a dioses falsos tan débiles?» A veces la respuesta a esa pregunta está tan cerca como nuestro propio estilo de vida. Nos «arrodillamos» ante una variedad de posesiones materiales como si le dieran a nuestra vida valía y significación. De ahí a creer que
controlas tu propio pequeño mundo es un paso.
Necesitamos recordar quién hizo a quién, y quién sigue haciendo cada día junto con sus bendiciones y desafíos. «Porque en El [en Jesucristo] fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de El y para El» (Colosenses 1:16).—JC