Daniel derramó su corazón ante Dios (Daniel 9:2). Acababa de leer Jeremías y descubrió que Dios había prometido que el cautiverio de Israel en Babilonia duraría 70 años. Por tanto, en un esfuerzo para representar a su pueblo delante de Dios, el profeta ayunó y oró; le rogó al Señor que el rescate no se dilatara (v. 19).
Cuando oramos, hay cosas que podemos saber y otras que no. Por ejemplo, tenemos la certeza de que Dios oirá nuestra oración si lo conocemos como nuestro Padre celestial por medio de la fe en Jesús, y también, que nos contestará según Su voluntad. Sin embargo, no sabemos cuándo responderá ni cómo lo hará.
Para Daniel, la respuesta a su oración llegó en forma milagrosa y ocurrió de inmediato. Mientras estaba orando, el ángel Gabriel apareció para contestarle. No obstante, la naturaleza de la réplica fue tan sorprendente como la rapidez en llegar. Mientras Daniel le preguntaba a Dios sobre los «70 años», la contestación fue respecto a un período profético de «70 semanas de años». Daniel le pidió al Señor que sucediera algo en ese preciso instante, pero Su respuesta tenía que ver con eventos que ocurrirían miles de años más tarde.
Al estar tan concentrados en las situaciones inmediatas que nos rodean, quizá la respuesta de Dios nos deje pasmados. De todos modos, podemos estar seguros de que lo que Él conteste será para Su gloria.