El verano pasado estaba pescando truchas en un arroyo, cuando un pez que comía cerca captó mi atención. Levanté la vista y allí, en la orilla, divisé a un conocido: Dave Tucker, el nacionalmente famoso guía de pesca con mosca y proveedor de artículos para este deporte. De inmediato, me centré en intentar lucirme, tiré mal la siguiente lanzada y se me escapó el pez. Esto es lo que sucede cuando no atendemos lo que estamos haciendo y pensamos en nosotros mismos.
W. H. Auden escribió un breve y atractivo poema sobre los que se olvidan de sí mismos cuando se concentran en una tarea: un cocinero revolviendo una salsa, un cirujano haciendo una incisión, un empleado completando una nota de embarque. Dice que todos «tienen la misma expresión de entrega total, olvidándose de sí mismos ante la tarea». Esta frase «olvidándose de sí mismos ante la tarea» me trae a la mente Filipenses 2:3-4: «Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino […] por lo de los otros».
Cuando escucho a un amigo, tengo que recordar que debo concentrarme en él y no empezar a preguntarme cómo se me ve, qué piensa él de mí o qué debo decir a continuación. Pongamos a los demás en primer lugar y escuchémoslos con total atención, compenetrados en quien está delante y olvidándonos de nosotros mismos.