Ray Stedman contó sobre un joven que dejó de asistir a la iglesia donde él era pastor. El muchacho dijo que cuando estaba en el trabajo, a veces se descontrolaba y trataba mal a sus compañeros. Entonces, cuando llegaba el domingo, no quería ir a la iglesia porque se sentía hipócrita.
Stedman le dijo a su joven amigo: «Un hipócrita es alguien que actúa como lo que no es. Cuando tú vienes a la iglesia, actúas como un creyente. O sea que en la iglesia, no eres hipócrita». De pronto, el joven se dio cuenta de cuál era el lugar donde realmente era hipócrita. Reconoció que la solución no era dejar de ir a la iglesia, sino cambiar su manera de actuar en el trabajo.
El término hipócrita viene de una palabra griega que significa «representar el papel de un actor». Quiere decir que simulamos ser alguien que no somos. Como creyentes en Cristo, a veces olvidamos nuestra verdadera identidad. No nos acordamos de que somos responsables delante de Dios. Cuando esto sucede, vivimos tal como andábamos «en otro tiempo» (Efesios 2:2) y, entonces, somos hipócritas.
No permitamos que nuestra antigua manera de andar nos haga actuar como lo que no somos, sino que, por la gracia de Dios, vivamos de tal modo que demostremos que «nos dio vida juntamente con Cristo» (v. 5). Este es el remedio justo para la hipocresía.