Tengo un amigo querido que sirvió como misionero en Surinam durante muchos años, pero, en los últimos tiempos de su estancia allí, contrajo una enfermedad que lo dejó con una parálisis. A veces, se preguntaba por qué Dios permitía que siguiera viviendo. Anhelaba partir para estar con el Señor.
Quizá la vida sea muy difícil para ti o para un ser querido, y te preguntas por qué Dios ha permitido que tú o esa otra persona sigan con vida. Cuando Jesús dijo que se iba al cielo, Pedro preguntó: «Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora?» (Juan 13:37). Como en su caso, tal vez tú te preguntes por qué se ha pospuesto la entrada al cielo: «¿Por qué no ya?».
Dios tiene un propósito sabio y amoroso al dejarnos aquí. Tiene una obra que hacer en nosotros que solo puede llevarse a cabo aquí en la tierra. Nuestras aflicciones, que son solo momentáneas, están produciendo en nosotros «un cada vez más excelente y eterno peso de gloria» (2 Corintios 4:17). Y hay una labor que realizar para los demás, aunque solo sea amarlos y orar por ellos. Quizá nuestra presencia también tenga el propósito de darles a otros la oportunidad de aprender a amar y a tener compasión.
Así que, aunque desees liberarte a ti mismo o a un ser amado, vivir en la carne puede ser provechoso (Filipenses 1:21). Además, hay consuelo en la espera: Aunque el cielo se retrase, Dios tiene Sus razones. ¡No hay ninguna duda!