Leí estas palabras en la página web personal de una joven: «Solo quiero ser amada… ¡y él tiene que ser extraordinario!».

¿No es lo que todos queremos: ser amados, sentir que alguien se preocupa por nosotros? ¡Y muchísimo mejor si la otra persona es extraordinaria!

El que mejor cumple con esa descripción es Jesucristo. En una demostración de amor sin precedentes, dejó la morada celestial con Su Padre y vino a la Tierra como el bebé a quien recordamos en Navidad (Lucas 2). Más tarde, después de vivir una vida perfecta, dio Su vida en la cruz como una ofrenda a Dios por nosotros (Juan 19:17-30). Ocupó nuestro lugar porque necesitábamos ser rescatados de nuestro pecado y de la pena de muerte. «… Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8). Tres días después, el Padre levantó a Jesús de entre los muertos y volvió a vivir (Mateo 28:1-8).

Cuando nos arrepentimos y recibimos el regalo del amor asombroso de Jesús, Él se convierte en nuestro Salvador (Juan 1:12; Romanos 5:9), Señor (Juan 13:14), Maestro (Mateo 23:8) y Amigo (Juan 15:14). «Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios» (1 Juan 3:1).

¿Buscas a alguien que te ame? Jesús te ama muchísimo más de lo que cualquier otra persona pueda hacerlo… ¡y Él es realmente extraordinario!