Una antigua serie de televisión mostraba un establecimiento que los clientes supuestamente frecuentaban a diario. La idea era que constituía un lugar agradable donde «todos saben tu nombre».
Cada uno de nosotros quiere ser aceptado y caer bien en todas partes. Sin embargo, algunas personas viven marginadas, donde puede resultar difícil sentir que uno es valioso, significativo o que su vida le importa a alguien. A veces, esto le ocurre a los niños: demasiado altos, cuando los otros chicos todavía no tuvieron el estirón del crecimiento; demasiado gordos, cuando los demás son más delgados; demasiado inteligentes, cuando sus compañeros de clase luchan por aprender; o «no lo suficientemente inteligentes» en comparación con el resto. De niño, ser diferente puede provocar burla o intimidación de parte de los demás. Sin embargo, un adulto que no encaja en el entorno quizá sea simplemente ignorado; tan insignificante, que se siente invisible.
Pero ¡qué tremendamente importantes somos a los ojos de Dios! Fuimos tan valorados que envió a Su Hijo para pagar el castigo de nuestros pecados y para permitirnos tener comunión con Él. Fuimos creados a la imagen de Dios (Génesis 1:27), y Él nos diseñó y se ocupó de cada detalle de nuestra vida aun antes de que naciéramos (Salmo 139:1-16). Aunque no siempre nos sintamos importantes, nuestro Padre nos ama profundamente.