Uno de los más grandes desafíos que enfrentamos es distinguir entre lo que Cristo quiere que hagamos y lo que la gente que nos rodea espera de nosotros. Tenemos que enfrentar este desafío todos los días. Es fácil asumir que estamos viviendo para el Señor cuando en realidad no hacemos más que satisfacer las expectativas religiosas de nuestros familiares y amigos.
No es un problema nuevo. En Marcos 7, Jesús confrontó a los líderes religiosos que habían caído en la trampa de estar más preocupados por agradar a sus compañeros que a Dios.
Permíteme ilustrar este peligro con mi propia experiencia. El doctor M. R. De Haan, mi abuelo, era un dotado maestro de la Biblia y fundador de la Clase Bíblica Radial (hoy conocida como Ministerios RBC), quien también publica Nuestro Andar Diario. Cuando murió hace más de 30 años, mi padre ocupó su lugar.
Todavía me acuerdo de las muchas veces que la gente me preguntó si yo iba a entrar al ministerio «como mi papá y mi abuelo». Ahora, no me mal interpretes. Agradezco que me alentaran. Pero tuve que enfrentar el hecho de que entrar al servicio cristiano a tiempo
completo podía haber sido para mí el camino de menor resistencia, una manera de conformarme a las expectativas de la cultura en la que me crié.
Por tanto, tuve que preguntarme a mí mismo si en realidad estaba respondiendo a la voluntad de Dios. Y tengo que seguir asegurándome de que mi servicio sea agradable a Dios y no que simplemente llene las expectativas de la gente.
Estoy seguro de que tú encuentras una tensión similar. ¿Es tu vida por Cristo una pura rutina para llenar las expectativas de tus padres, de tu iglesia o de tu líder de grupo? ¿O lo estás haciendo por obediencia a nuestro amado Señor?
Deberíamos procurar continuamente conocer y obedecer la voluntad de Dios para nosotros. Si no lo hacemos, podríamos descubrir un día que las motivaciones que hay detrás de nuestra adoración y servicio son solamente llenar las expectativas de los demás, no una respuesta a los deseos de Cristo. —MD
R E F L E X I Ó N
■ Si descubro que mi vida cristiana es pura rutina, ¿qué puedo hacer para hacerla más realista?
■ ¿Qué expectativas son las más importantes para mí? ¿Es eso malo? ¿De qué manera podría ser bueno?