Le dije a mi médico, que es agnóstico, que debería estar contento de que Dios nos haya creado. Al ver que tenía una aguja en la mano, pensé: Quizá debiera quedarme callado. Sin embargo, agregué: «Si todavía estuviéramos evolucionando, no sabrías cuál es el lugar exacto para colocar esas agujas». Entonces, él preguntó: «¿Realmente crees en Dios?». «Por supuesto —respondí—, ¿no tenemos un diseño muy complejo?». Me sentí agradecido por esta oportunidad de comenzar a testificarle del Señor a mi doctor.
En la lectura bíblica de hoy, Pablo le encarga a Timoteo que le indique a la gente cómo llegar al Salvador. Sin embargo, la expresión «que prediques la palabra» (2 Timoteo 4:2) no está dirigida sólo a los predicadores. El término predicar significa «dar a conocer». El pueblo de Dios puede hacer esto mientras comparte una taza de café o cuando está en la escuela con los amigos. En cualquier lugar y momento, y a todo el que esté necesitado y quiera escuchar, podemos dar a conocer la buena noticia de lo que Dios ha hecho por nosotros; que nos ama y que conoce nuestras aflicciones, fracasos y debilidades. Mediante la muerte y resurrección de Cristo Jesús, Dios destruyó el poder del pecado sobre nosotros. Y el Señor entrará a vivir en todos los que abran su corazón a Él.
No tengamos miedo de dar a conocer lo que Dios ha hecho por nosotros.