Uno no pensaría que el consejo de la ciudad se quejaría porque un restaurante fuera demasiado limpio. Pero el dueño de un restaurante británico donde se sirve comida al curry se metió en problemas por ese mismo delito.
A Mofakharul Shahin le dijeron que debía ensuciar los ladrillos de su restaurante con un poco de hollín. De esa forma armonizaría mejor con el resto de los establecimientos del vecindario y se mantendría una apariencia uniforme.
El señor Shahin, que acababa de gastar unas 100.000 libras esterlinas (como 170.000 dólares) renovando el edificio, que se había inundado con aguas negras y estaba habitado por ratas y palomas, se molestó un poco cuando le dijeron que sus ladrillos estaban demasiado limpios.
Él protestó diciendo: «¿Quieren que esté sucio y zaparrastroso como los otros edificios de la calle? ¿Lo dicen en serio?» Hasta ahora se ha rehusado a acatar las órdenes.
¿Alguna vez has tenido ese problema? Es decir, el problema de no armonizar?
Como pecadores redimidos, comprados por la sangre de Cristo, somos distintos. Ya no armonizamos con la mayoría. Al menos, no deberíamos.
Nuestros amigos podrían tratar de cambiarnos. Puede que se sientan mucho más cómodos con alguien que tenga los mismos deseos y apetitos que ellos. No siempre nos van a admirar, ni
vamos a caer bien, ni nos van a respetar. No siempre vamos a ganar un concurso de popularidad con todo el mundo.
Podemos influir para mostrar a las personas de nuestro mundo que necesitan un Salvador vivo. Tenemos el Espíritu de Dios dentro de nosotros. En lugar de que los demás nos cambien a nosotros, podemos dejar que «nuestra luz brille» como testimonio a los demás (Mateo 5:16).
Jesús no armonizaba bien tampoco. Había algo en Él que era diferente. Se destacaba entre la multitud. No porque fuera muy alto como Saúl en el Antiguo Testamento (1 Samuel 9:2). Y lo más seguro no era ningún Matt Damon ni Leonardo DiCaprio. De hecho, Isaías 53:2 nos dice que no había nada en su apariencia que nos atrajera. No obstante, dondequiera que iba, las multitudes tendían a seguirlo para escuchar lo que tenía que decir.
¿No armonizas muy bien? No te preocupes. No se supone que armonices. —CK
R E F L E X I Ó N
■ ¿Armonizan bien con la mayoría mi manera de hablar y mis acciones? ¿Señalan el camino al Salvador?
■ ¿Tiendo a imitar a los incrédulos? ¿Ha tratado de imitarme algún incrédulo?