Los jóvenes de nuestra iglesia hicieron lo que pudieron para «representar el cielo». Era la época del banquete de primavera, y los creativos adolescentes usaron luces, espuma de poliestireno y otros materiales para convertir el salón en lo más parecido a su idea de cómo es el cielo.
El tema del banquete era «Sólo puedo imaginar», título de una canción de MercyMe. Nuestra hija Melissa ayudaba a transformar la iglesia. Cuando fui a ver cómo les iba a estos jóvenes, ella estaba trepada en las vigas colgando estrellas. La noche del banquete, mi esposa y yo pudimos escuchar a una de sus amigas que cantaba esa canción lema mientras todos nosotros pensábamos en aquel lugar lejano llamado cielo.
Desde luego que nunca nos habríamos imaginado que, sólo seis semanas más tarde, Melissa entraría al cielo verdadero. Lo imaginado se haría realidad.
Jesús nos habló del cielo con el propósito de tranquilizar nuestro corazón. Dijo: «No se turbe vuestro corazón […]. En la casa de mi Padre muchas moradas hay […]; voy, pues, a preparar lugar para vosotros» (Juan 14:1-2).
El cielo es un lugar preparado para corazones también preparados; un sitio de belleza, esplendor y majestad inimaginables. Allí Dios cuida a nuestros seres queridos creyentes y, un día, también nos cuidará a nosotros. ¡Imagina el cielo y regocíjate!