Un barco grande. Un iceberg grande. Un agujero grande en el barco grande. Un problema grande.
Hollywood tomó esta simple historia y la convirtió en una película que fue el tema del año. Sí, la bien documentada tragedia de la vida real fue puesta en la
pantalla grande en vivos colores, y millones de personas fueron a verla.
¿Por qué? Bueno, los productores invirtieron fuertes sumas de dinero y dieron a la película un guión, un reparto y un mar de efectos especiales que embelesaron a los cinéfilos.
En el relato de la desaparición del Titanic, muchos de los 2.231 pasajeros no creyeron que la defectuosa nave se hundiría, y siguieron en pos del placer en los espléndidos camarotes, restaurantes y salones de juego que había a bordo.
Poco tiempo después, el Titanic descendió 12.500 pies a su sepulcro acuático. Un total de 1.517 personas perdieron la vida.
Los historiadores nos dicen que «la orquesta siguió tocando» incluso cuando el barco estaba empezando a hundirse. La gente siguió bebiendo y bailando.
¿Te suena familiar? Mira a tu alrededor hoy, o tal vez en tu propio corazón. La gente busca el placer mientras los efectos del pecado la está desgarrando. Muchas personas se aman a sí mismas, al dinero y al placer. Pero no aman a
Dios.
Es fácil que los pasajeros que van a bordo de esta estructura que se hunde pierdan de vista a Cristo. Los tentadores «silbidos y campanas» del mundo atraen mucho.
Las palabras que Pablo escribió en 2 Timoteo 3 son una advertencia. Es hora de
enviar un S.O.S. Necesitamos el mensaje de que sólo Dios puede salvar nuestras
almas. La búsqueda del placer y el querer satisfacer deseos egoístas conducen a la muerte. La fe en Cristo conduce a la vida.
Pablo vivió su vida con propósito (mira el versículo 10). Él sabía que la vida era
asunto serio. Encontró persecución en lugar de placer.
Para Pablo no había barco grande que se estuviera hundiendo. Sólo tenía un
corazón grande para Dios. —TF
R E F L E X I Ó N
■ ¿Revela mi vida que he abandonado este «barco que se hunde» y que estoy «a
bordo» con Cristo?
■ ¿He estado ignorando las advertencias respecto a mi alma? ¿He rehusado
escuchar la voz de Dios?