Según la tradición, Mark Twain dijo una vez: «Mi perro no me obedece, pero a veces está de acuerdo conmigo.»
Ya me lo imagino: «Bruno, siéntate.» (El perro se para.) «Bruno, siéntate, te dije.» (Bruno sigue parado.) «Bruno, párate.» (Bruno sigue parado.)
En el mandato número tres, Bruno hizo lo que se le dijo. Pero lo hizo sólo porque estaba de acuerdo con el dueño mientras hacía lo que quería hacer.
¿Hay algún Bruno en nosotros? ¿Obedecemos a veces las normas de Dios sólo cuando estamos de acuerdo con ellas? Si es así, tratamos la voluntad de Dios como si fuera una cafetería.
Veamos. Está la norma de presentar mi cuerpo como sacrificio vivo (Romanos 12:1,2). No, no creo que quiera esa hoy.
¡Oh!, también está la norma que dice: «Hacedlo todo como para el Señor» (Colosenses 3:23). No, no me apetece.
Hummm. Esta parece buena: «Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias» (Colosenses 4:2). Eso sí creo que lo puedo hacer. ¡Caray!
¡Qué decisiones tan difíciles!
Espero que puedas ver lo equivocada que es esa actitud. Es como Bruno. No es obedecer, sino optar por hacer aquello con lo que ya estás de acuerdo.
El cumplir con las normas que Dios ha establecido para nosotros en su Palabra tiene un efecto acumulativo. Cada una tiene una razón específica para estar allí, y a medida que obedecemos a Dios, las bendiciones se acumulan y aumenta nuestra fortaleza para vivir para Él. Llegamos a ser la clase de persona que Él quiere que seamos.
Cuando no obedecemos a Dios en algo que sabemos Él quiere que hagamos,
degradamos nuestra relación con Él. Obstruimos nuestro crecimiento espiritual y dañamos nuestro testimonio.
Si eres como la mayoría de los estudiantes universitarios, seguro que estás cansado de la comida de cafetería, a pesar de los mejores esfuerzos de los que trabajan allí. De la misma forma, lo mejor es desarrollar una aversión a la vida cristiana estilo cafetería. Escoger la parte que quieres obedecer de la voluntad de Dios te puede enfermar espiritualmente. Y sabemos que el Señor no quiere eso. —DB
R E F L E X I Ó N
■ ¿Qué parte de la voluntad de Dios o de sus normas es la que más me cuesta
poner en práctica? ¿Se trata de dificultad o de deseo?
■ ¿Qué puedo hacer para cambiar mi manera de pensar y obligarme a obedecer?
■ Tal vez deba hacer un estudio del Nuevo Testamento y buscar algunas de las
normas que Dios tiene para mí como hijo suyo.