La palabra Eben-ezer, que muchas veces vemos en títulos y en nombres de organizaciones cristianas, se refiere a una época en que el pueblo de Israel estaba tratando de recuperar la íntima comunión que anteriormente había tenido con Dios. Samuel, su líder espiritual, les dijo que si dejaban a los dioses extraños y volvían al Señor de todo corazón, Él los libraría de la opresión a manos de sus enemigos, los filisteos (1 Samuel 7:2-3).
Cuando el pueblo dio las espaldas a su pecado, Dios le dio la victoria. En respuesta a ello, «tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová» (v. 12).
Cuando cantamos, «Hasta aquí Dios te ayudó, ni un momento te dejó, y a nosotros te volvió, ¡bienvenido! El Señor te acompañó, su presencia te amparó, del peligro te guardó, ¡bienvenido!», se nos recuerda que, en tiempos de necesidad, podemos volvernos siempre a Dios para hallar perdón y ayuda. Sea lo que sea que hayamos hecho y sin importar cuán lejos nos hayamos descarriado, Él nos recibirá y nos restaurará por Su gracia.
Una pequeña piedra sobre un escritorio o en un estante puede ser nuestro propio Eben-ezer: un recordatorio poderoso y visible de que, con la ayuda de Dios, hemos llegado hasta este punto en la vida y que Él nos acompañará hasta el fin.