Un soleado domingo por la tarde, después de regresar de la iglesia, salí a caminar por el vecindario. Un hombre cortaba el césped junto a la acera, y lo saludé con el habitual «hola, ¿cómo estás?». Con tono negativo, respondió: «Es sólo un domingo más». Luego, me pregunté qué había querido decir: ¿Sólo hago mis tareas; cumplo mis obligaciones?
A veces, asistir a la iglesia puede tornarse una cuestión de sólo cumplir la obligación de un domingo más. Para los creyentes de la iglesia primitiva (Hechos 2:41-47), reunirse con los creyentes era motivo de entusiasmo. Eso ocurría porque la iglesia recién comenzaba y todos eran creyentes nuevos y entusiastas. Pero ¿y nosotros? ¿Qué podemos hacer para que cada domingo sea especial?
Ir anticipando el encuentro con Dios. Aunque Él está con nosotros siempre (Hebreos 13:5), Su presencia es especial cuando nos reunimos con otros que lo conocen (Mateo 18:20; Santiago 4:8). Llévale tus cargas y tus alabanzas.
Ir para aprender de Dios. Quizá no aprendamos nada nuevo cada semana, pero siempre seremos estimulados por las verdades de la Palabra de Dios (Salmo 119:105). Espera escuchar Su voz.
Ir para tener comunión con otros. En esta travesía cristiana, nos necesitamos mutuamente. Anima a los demás, desafíalos en la fe y ora por ellos (Hebreos 10:24-25).
Señor, renueva nuestro entusiasmo para ir a la iglesia; que no sea sólo un domingo más.