Hace poco, nuestra iglesia le dio la bienvenida a varias personas en calidad de miembros. Cada una de ellas tenía una historia única que contar de su andar con
Cristo, la cual contaron a la congregación. Una había pasado 30 años en rebeldía contra Dios después de haber sido criada en la iglesia. Otra venía de un hogar lleno de amor, pero sin Dios. Varias conocieron a Cristo cuando eran jóvenes mediante la influencia de padres cristianos.
Los senderos que las llevaron a Cristo fueron muy diferentes, pero el camino a la salvación siempre fue el mismo: Jesucristo (Juan 10:9).
En cambio el mundo ofrece muchas puertas a la salvación. Por ejemplo, el éxito comercial, la popularidad, la reputación, las buenas obras, e incluso uno mismo. Muchos creen que tienen la llave que abre la puerta de la salvación.
Jesús expresó claramente cuál era el camino de salvación cuando dijo a Tomás: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí» (Juan
14:6).
Aunque la peregrinación de fe de cada persona puede ser diferente, sólo hay un camino a la salvación y a la vida eterna, y es a través de Jesucristo.
¿Te estás aventurando ahora mismo al creer que el camino a la salvación que has escogido es el correcto? ¿Crees que Dios no te negaría el cielo después de todas las cosas buenas que has tratado de hacer por los demás? ¿Después de todas las horas que has pasado trabajando de voluntario? ¿Después de todos los servicios religiosos a los que has asistido?
Ese no es el camino que lleva a Dios. Jesús lo resumió al final de Juan 14:6 cuando agregó: «Nadie viene al Padre sino por mí.»
Examina bien lo que crees que te va a llevar al cielo. No te ciegues. No es lo que el mundo cree. Es Jesucristo, el único camino a la salvación. Ábrele tu corazón ahora mismo. —AB
R E F L E X I Ó N
■ Cuando pienso en mi propia peregrinación de fe, ¿estoy tocando en la puerta
correcta?
■ ¿He abierto mi corazón a Jesucristo para salvación?
■ ¿Qué es lo que nos hace querer confiar en nosotros mismos o en nuestras
obras y no en Cristo?