¿Qué es lo que más valoras entre las cosas que tienes? ¿Tu auto? ¿Tu computadora? ¿Una chaqueta de tu equipo deportivo favorito? ¿Cómo te sentirías si lo perdieras haciendo algo estúpido?
Probablemente como la mujer de Nueva York que vendió las joyas de su familia por 10 centavos. No es que lo hiciera intencionalmente, pero sucedió después que sacó las preciosas gemas de la caja de seguridad para ponérselas para unas bodas. El banco cerraba durante el fin de semana, por lo que puso las joyas en un estuche de afeitar viejo y lo metió dentro de otra caja. Con el tiempo se olvidó completamente de las joyas. Su amiga estaba recogiendo artículos para una venta de garaje y ella le dio el estuche de afeitar. Cuando la mujer se dio cuenta de lo que había hecho, las valiosas joyas heredadas se habían vendido a un comprador desconocido por 10 centavos de dólar.
En cierta manera, su dolorosa pérdida fue similar a la de Esaú (véase Génesis 25:29-34). Él vendió su primogenitura a su hermano Jacob por un plato de
lentejas. Más tarde se dio cuenta de que había cambiado algo de gran valor, porque en aquellos días, el primogénito recibía una herencia doble, y el padre Isaac tenía cuantiosos bienes.
La experiencia de Esaú es una lección para todo seguidor de Cristo. A veces cambiamos cosas de gran valor por algo que no vale nada.
La disciplina de Dios es muy valiosa para nosotros (véase Hebreos 12:3-11). Si
rehusamos aprender de ella o si nos amargamos por Su corrección, perdemos el
beneficio de su mano paterna (v.5). Eso es mucho peor que vender la fortuna de la familia por 10 centavos.
¿Cómo podemos evitar una pérdida innecesaria? Debemos estar dispuestos a
aprender de la corrección de Dios cuando violamos sus leyes morales (v.11), debemos ser valientes (v.12), y debemos recordar el amor de Dios (v.6). Cuando lo hagamos, descubriremos que vivimos sin pesares. —MD
R E F L E X I Ó N
■ Cuando tengo que pagar la consecuencia de algún pecado, ¿como me lo tomo?
■ ¿Podría alguna vez dar gracias a Dios por el principio de la siembra y la
cosecha? (Gálatas 6:7).
■ ¿Cómo puedo evitar el cambiar mi integridad, mi reputación o mi pureza por
algo que no vale nada?