La vulgaridad parece estar dondequiera. Yo he tomado clases en una universidad del estado y el lenguaje sucio surge continuamente: comentarios en el aula, mensajes electrónicos, conversaciones informales.
Las cosas pueden ser igual de malas en el cuerpo de Cristo. La vulgaridad hace su aparición hasta en lugares donde uno pensaría que había desaparecido hacía mucho tiempo. A veces, ¡hasta de nuestras propias bocas!
Tal vez podría demandar a alguien por «daños al oído». (En la sociedad litigiosa de hoy podría dar resultado.)
La brecha en el lenguaje da a los cristianos aun otra oportunidad de demostrar la diferencia que Jesucristo puede producir en nuestra vida. Deberíamos negarnos a cruzar las fronteras de la transigencia verbal. El uso del lenguaje nos prueba mucho.
Cuando nuestros amigos demuestran que están experimentando con un vocabulario que hace daño a nuestros oídos, no deberíamos contestar bruscamente con un duro juicio. Pero tampoco deberíamos participar de las
bromas vulgares. La Palabra de Dios exige una norma más alta.
Efesios 4 menciona muchas maneras diferentes para que vivamos como luz en un mundo de tinieblas. Nuestro estilo de vida debería mostrar nuestro compromiso de obedecer a Dios.
Muchas de las actitudes equivocadas que se detallan en Efesios 4:25-32 tienen que ver con lo que decimos. Este pasaje menciona, no sólo el lenguaje vulgar, sino también asuntos como la mentira, la ira y la calumnia. Es increíble cuánto nos podemos equivocar cuando abrimos la boca.
Las redes de televisión están permitiendo un mayor grado de vulgaridad, todo en nombre de «representar la vida real». Es difícil esperar que nuestra sociedad
abandone su sucio lenguaje por sí sola. Pero nosotros conocemos una realidad
diferente y verdadera. Debemos oponernos a la tiniebla que nos rodea.
No debemos solamente ser coherentes en nuestro modo de actuar, sino también en nuestro modo de hablar. —JC
R E F L E X I Ó N
■ ¿Cuál es mi mayor problema bucal: el lenguaje vulgar, la mentira o el chisme?
■ ¿Qué le dice mi lenguaje a los demás acerca de mi corazón? ¿Qué me dice a
mí?
■ ¿Cómo puedo hacer que mi lenguaje esté a la altura del andar que Dios quiere
para mí?