He aquí una preguntita trivial: ¿Cuál fue la primera forma de comunicación masiva? ¿El telégrafo? ¿El papiro? ¿La paloma mensajera?
Donde yo vivo, en Carolina del Norte, consideramos que fue el grito. Hace años, los agricultores gritaban por varias razones. Había un grito que expresaba problemas y atraía a los vecinos preocupados; otro era el grito del saludo, sólo para que el vecino supiera que estabas despierto y atento; otro era el grito a los animales, el cual, según los agricultores, los animales sabían reconocer; las
llamadas a comer de las esposas de los agricultores (aunque las mujeres, debo decir, no gritan; técnicamente llaman); e incluso los gritos espirituales, himnos que se cantaban los agricultores a sí mismos como recordatorio de que nunca estaban solos.
Todos los años se celebra esta tradición con una competencia nacional del grito. Se lleva a cabo el tercer sábado de junio, por si te interesa asistir. Al ganador hasta lo presentan en televisión ¡Es todo un evento!
El grito se ha practicado durante siglos, desde que la gente tiene pulmones y una razón para gritar. Incluso se menciona en el Antiguo Testamento en el Salmo 42 (y en muchos otros lugares).
El salmista, que estaba pasando por tiempos difíciles, recordaba los días en que había gritado de gozo con el pueblo de Dios (42:4). A veces, cuando pensamos en lo que Dios ha hecho por nosotros, procede gritar.
Con toda la ayuda que tenemos en las comunicaciones, gritar no es la única
opción. Podríamos tomar el teléfono y contarle a un amigo las buenas nuevas de Jesucristo. O podríamos escribir una carta a alguien. O podríamos ir donde el vecino y tocarle la puerta.
Cuando comunicamos las buenas nuevas suceden buenas cosas. ¡Entonces sí que vamos a querer gritar! —JC
R E F L E X I Ó N
■ ¿Qué me hace querer gritar? ¿Está mi corazón abierto a gritar? ¿O soy muy
inhibido?
■ Completa esta oración: «_________________ es alguien que necesita que yo le hable de Dios.»
■ Señor, Tú me has dado muchas razones para gritar de gozo. Además de todas
ellas, dame el coraje de hablar de Ti con personas que necesiten escuchar.