Me dio mucha alegría cuando escuché que David estaba en la oficina para asistir a una reunión del directorio. Ambos teníamos una amiga en común, Sharon, que había muerto hacía varios años. Pasamos unos minutos recordándola y hablando de su amor a la vida y a Dios. ¡Qué placer conectarse con una persona que ha amado a alguien que uno también amó! Hay un vínculo especial porque les encanta hablar de esa persona querida.
Quienes conocemos a Jesucristo como Salvador tenemos vínculos aun más estrechos. Estamos eternamente conectados con Él y los unos con los otros. «Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros», dice Pablo en Romanos 12:5. El creyente en Cristo «es nacido de Dios» y ama al que «ha sido engendrado por él» (1 Juan 5:1).
Cuando nos reunimos con otros creyentes, tenemos oportunidad de hablar de Aquel a quien amamos —Cristo— y del amor, el perdón y la gracia que hemos experimentado en Él por Su muerte y resurrección (4:9-10). En esas ocasiones, podemos alentarnos mutuamente para seguir confiando en el Señor y para estimularnos unos a otros a ser fieles en nuestro andar cristiano.
El próximo domingo y durante toda la semana, recordémosles a los demás creyentes todo lo que Jesús ha hecho y lo verdaderamente maravilloso que es el Señor.