Shoichi Yokoi prestó servicio como soldado del Ejército Imperial Japonés. Pero cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, no se enteró, y siguió viviendo bajo el código que había aprendido: «Nunca rendirse».
Subsistiendo con una dieta de nueces, frutillas, ranas, caracoles y ratas, y vistiéndose de lo que tejía con la corteza de los árboles, Yokoi permaneció en las remotas junglas de Guam hasta que unos cazadores lo encontraron en enero de 1972: ¡más de 26 años después que había terminado la guerra!
¡Qué error! Shoichi Yokoi era sincero, leal y fiel a lo que creía. Pero estaba equivocado.
Algunas personas creen que hay muchos caminos para llegar a Dios. Insisten en que no importa a quién o qué adores, siempre y cuando seas una «buena persona». Muchas de las religiones del mundo enseñan que si uno vive una vida buena y moral, con nuestros esfuerzos ganamos un lugar en el cielo. Humanamente hablando, eso suena lógico. El único problema es que Dios nos dice en Su palabra que sólo hay UN camino al cielo, y es a través de su Hijo Jesucristo. Sólo Él puede cerrar la brecha que hay entre el hombre pecador y un Dios santo. Las cosas buenas que hacemos no nos ayudan a ganarnos un
lugar en el cielo. Se nos dice que aun «nuestras justicias [son] como trapos de inmundicia» (Isaías 64:6).
Las buenas obras solamente no hacen mérito para la salvación. Es la justicia de Jesús que nos da la esperanza de la vida eterna. Él dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí» (Juan 14:6). Es debido a su sacrificio en la cruz del Calvario que podemos recibir la salvación.
Shoichi Yokoi estaba equivocado. Desperdició un cuarto de siglo de valiente
lealtad porque nunca escuchó la verdad sobre la guerra. Y los que tratan de llegar al cielo por cualquier otro camino que no sea la gracia de Dios y la justicia de Cristo, también están equivocados. Son sinceros, pero están equivocados. —CK
R E F L E X I Ó N
■ ¿He estado tratando de vivir una vida buena en la esperanza de que con eso
ganaré un puesto en el cielo algún día? ¿Qué dice Efesios 2:8-10 de la salvación
y las obras?
■ ¿Por qué fue necesario que Jesús derramara su sangre por nuestro pecado? ¿No podía Dios sencillamente ignorar las cosas malas que hemos hecho?