¡Caray! ¡Qué chica tan fracasada! Una vez oí a una muchacha decir eso de otra.
«¿Qué la hace fracasada?» —pregunté.
«Pues, ya sabes, ella… como que… no está en nada. Su ropa, la manera en que actúa con los chicos. Ella… como que no tiene ni idea.»
Unos días más tarde recibí un mensaje por correo electrónico de un muchacho que luchaba con su imagen propia. Se sentía inferior. Todos los otros muchachos parecían tener mucha confianza en sí mismos. «Supongo que soy un fracasado» —concluyó.
Esto me hizo detener y me puso a pensar en una sociedad que divide a las personas en ganadoras y fracasadas, como si la vida fuera un juego que se puede
perder o ganar. Seguí pensando en lo que convierte a una persona en fracasada según las normas de nuestra cultura. ¿Es acaso no ser cool? ¿Es nacer con el cuerpo equivocado? ¿Es tener un problema en la piel? ¿Es el no tener coordinación en los movimientos? ¿Es tener que luchar para salir adelante académicamente?
Como seguidores de Jesucristo podemos dar gracias porque la Biblia nos describe como luchadores, como buscadores, no como fracasados. Somos iguales en nuestros esfuerzos por glorificar a Dios. No estamos en competencia.
Nuestro sentido de valía y nuestra dignidad vienen, pues, de ser un hijo de Dios y de experimentar la presencia de Cristo. Podemos andar con confianza porque hemos sido perdonados por nuestro pecado, somos miembros plenos de la familia de Dios, y hemos experimentado la ayuda de Dios para vencer la
adversidad.
Como ves, no es cuestión de ser ganador o fracasado. Nuestra confianza está en
Cristo. Si nos trazamos y logramos metas espirituales realistas escaparemos de
nuestros sentimientos de vergüenza e insuficiencia. Nuestro llamamiento es seguir luchando y ser fieles. Aun si fracasamos, tenemos a Alguien que habla al Padre en defensa nuestra (1 Juan 2:1).
En Jesucristo no hay fracasados. —DE
R E F L E X I Ó N
■ ¿Estoy esforzándome demasiado para vivir conforme al criterio que establece
la cultura para determinar mi valía? ¿Permito que eso me deprima?
■ ¿Qué me dice mi corazón que piensa Jesús de mí ahora mismo? ¿Qué dice la
Biblia?
■ ¿Cómo me ayuda Filipenses 3:12–4:1 a ver lo que es realmente importante en
mi vida?