Imagínate que mientras te diriges a la iglesia, hay alguien de pie afuera que grita: «¡No entres! ¡Esa es una casa de adoración malvada! ¡Sus líderes son unos mentirosos!» Parece una locura, ¿verdad?
Ahora imagínate que la persona que grita es el profeta Jeremías que se halla de pie fuera del templo en Jerusalén. Huumm, tal vez debamos escuchar.
Claro, no estamos tratando de trazar paralelos entre el liderazgo espiritual de Judá durante la época de Jeremías y la Iglesia de hoy. En aquel entonces, había mucha maldad.
De hecho, Jeremías proclamó su mensaje con tristeza porque sabía que la mayor parte del pueblo de Israel estaba demasiado metida en la idolatría como para arrepentirse.
En Jeremías 7 aún hay esperanza, aunque no mucha. Más o menos en esa época, Joacaz, el rey anterior de Judá, había sido capturado por los egipcios. El faraón había hecho a Joacim, hijo de Joacaz, rey de Judá.
Ni siquiera esa llamada de alerta sacó a Judá de su sueño espiritual. Toda la esperanza iba a desaparecer pronto, pues Judá iba a ser llevada en cautiverio a
Babilonia.
¿Y si Jeremías estuviera fuera de tu iglesia? No, no estaría hablando de tu iglesia; estaría hablándote a ti. ¿Gritaría: «¡No entres! ¡No estás preparado!»?
Jeremías quería que el pueblo de Judá se diera cuenta de que el mero acto de hacer sacrificios en el templo no era prueba de su fidelidad, sobre todo cuando las acciones de los sacerdotes fuera del templo eran tan inmorales.
Las buenas nuevas son que con Dios, siempre hay gracia. Si Judá se hubiera
arrepentido sinceramente, Dios la hubiera librado del juicio que se merecía. Él te extiende a ti esa misma gracia.
La próxima vez que entres a la iglesia, detente y examínate. ¿Hay pecado sin
confesar? ¿Tienes una actitud quejumbrosa que cuestiona si realmente tienes que hacer las cosas? Luego asegúrate, mientras todavía estés afuera, de estar preparado por dentro. —JC
R E F L E X I Ó N
■ Cuando voy a la iglesia, ¿cómo puedo pasar la misma cantidad de tiempo
preparándome por dentro que el tiempo que paso preparándome por fuera?
■ ¿Qué me hace sustituir a veces la obediencia con la religión?
■ Señor, Tú conoces todos mis pensamientos. Sabes cuando no estoy preparado
por dentro para entrar en la iglesia. Gracias porque por tu gracia puedo limpiarme por dentro para que mi adoración sea pura.