La tarde del pasado domingo la pasé en la cárcel. No. No me arrestaron por exceso de velocidad ni por cruzar imprudentemente una calle o por ninguna otra violación.
Estaba allí para ayudar con los cultos que se llevan a cabo en la cárcel del condado todos los domingos. Tuvimos dos cultos en el ala regular de la cárcel.
Luego pasamos a la parte de máxima seguridad, donde visitamos a tres hombres que habían cometido delitos muy graves. Uno de ellos era un asesino. Para tratar de escapar tendrían que pasar por tres puertas con barras sólo para salir de su área, y luego por unas 10 más para llegar afuera. Cuando les dicten sentencia los enviarán a una prisión del estado por largo tiempo.
Cada uno de estos hombres testificó que ha sido salvo por la fe en Jesucristo y que está experimentando el gozo del Señor. Unían las manos a través de las rejas y tenían comunión unos con otros.
No fue fácil ganarlos para Cristo. Han hecho cosas terribles. No obstante, debido al testimonio fiel y verdadero de sus compañeros de prisión y de los
capellanes de la cárcel, los hombres, convictos pero perdonados, pueden ahora unir las manos y elevar sus voces en alabanza a Dios.
Hablando de eso, uno de los capellanes de la prisión hizo esta interesante declaración: «Somos los mejores testigos de Cristo y al mismo tiempo, somos los peores testigos de Cristo.»
Cuando nuestras palabras están apoyadas por una vida santa y por el amor de
Cristo, causan un profundo impacto en los que no son cristanos, incluso en el ala de máxima seguridad de una prisión. Pero si nuestras palabras tienen un tono pomposo, endurecido y presumido, sin un corazón verdadero, alejan a todo el mundo del evangelio. Y la gente se da cuenta de la diferencia.
Cuando testificamos para Cristo llegamos a la gente, dondequiera que esté, si
somos auténticamente humildes y estamos sinceramente preocupados por ellos. Un testimonio hipócrita puede ser peor que no testificar en absoluto
Señor Jesús, ayúdame hoy a ser uno de tus mejores testigos. Amén. —DE
R E F L E X I Ó N
■ ¿Cómo percibo que los demás reciben mi testimonio? ¿Amo de verdad a las
personas no salvas con las que tengo contacto o a veces parezco presumido?
■ ¿Vacilo para hablar de Cristo? ¿Por qué?
■ ¿Qué me puede ayudar a vencer mis dudas y temores respecto a testificar de
Cristo? ¿Debo pedir ayuda a Dios?