Mientras realizaban su famoso documental sobre la Segunda Guerra Mundial, el cineasta Ken Burns y sus colegas miraron miles de horas de material militar filmado. Durante la noche, escenas de la devastadora Batalla de Peleliu solían invadir sus sueños. Burns le dijo a Rick Kushman, reportero del periódico Sacramento Bee: «Uno escucha los fantasmas y los ecos de un pasado casi inexpresable. Si lo haces, te introduces en la vorágine emocional».
Tanto en el aspecto artístico como en el espiritual, involucrarse en las luchas de los demás tiene su precio. Pablo lo experimentó en su labor al compartir el evangelio: «Y como si fuera poco, cada día pesa sobre mí la preocupación por todas las iglesias. ¿Cuando alguien se siente débil, no comparto yo su debilidad? ¿Y cuando a alguien se le hace tropezar, no ardo yo de indignación?» (2 Corintios 11:28-29 NVI).
Oswald Chambers dijo que entramos en esta lucha espiritual cuando «deliberadamente nos identificamos con el interés de Cristo en las demás personas» y «para nuestro asombro, descubrimos que tenemos el poder para mantenernos maravillosamente aplomados en medio de toda la situación».
Pablo comprendió que el poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad (2 Corintios 12:9). Jesús pagó el precio más caro por incorporarse a nuestro mundo, y Él nos fortalece mientras compartimos Su amor con los demás.