En 1776, las 13 colonias británicas asentadas en América del Norte protestaron por las restricciones que el rey de Inglaterra aplicó sobre ellas, y comenzaron una lucha que dio nacimiento a una nueva república. Al poco tiempo, la novel nación adoptó ese documento actualmente famoso, conocido como la Declaración de la Independencia.
Hace casi 2.000 años, el Señor Jesús exclamó desde la cruz: «Consumado es», y así proclamó la «declaración de la independencia» del creyente. Toda la humanidad estaba sujeta a la tiranía del pecado y de la muerte. Pero Cristo, el Ser impecable, ocupó nuestro lugar en el calvario y murió por nuestros pecados. Tras haber satisfecho las demandas de la justicia de Dios, ahora liberta eternamente a todos los que confían en Él.
Pablo escribió: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición» (Gálatas 3:13). Romanos 8 afirma que «ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús […]. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte» (vv. 1-2). Gálatas 5:1 insta a todos los redimidos a estar «firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres».
Estamos agradecidos a Dios por la libertad que gozamos en una nación; sin embargo, por sobre todas las cosas, ¡los creyentes, en cualquier lugar, pueden alabar al Señor por la libertad que se encuentra en Cristo!