Si te van a echar al foso de los leones por algo, al menos que sea algo que valga la pena. Debe haber habido una larga lista de razones en Babilonia en el año 538 a.C. para que te echaran en el foso. Tal vez si atravesabas tu vagón en el trecho por donde pasaba el carro del rey Darío te echaban. O quizás si echabas basura en los jardines colgantes tenías que pasar la noche con los felinos.
Todo lo que hizo Daniel fue orar.
Pero si examinas de cerca cómo oraba, verás que aunque no parece que fuera algo por lo que una persona debía convertirse en comida para gatos, Daniel tomaba en serio su tiempo de oración. La oración era asunto serio para este hombre de 85 años de Jerusalén.
En el capítulo 9 de Daniel puedes leer un ejemplo de las oraciones del profeta. Daniel acababa de leer en su copia del rollo de Jeremías que la cautividad de su pueblo debía durar 70 años, y pensaba que era vital conversar con Dios al respecto. Ya hacía 67 años del exilio, y Daniel estaba ansioso de que terminara la cautividad.
Pero había otra cosa en Jeremías que puede haberle dado miedo. También leyó que Dios iba a enviar a su pueblo de nuevo a Israel sólo si empezaban a seguirlo y a vivir justamente. Bueno, muchos de los israelitas que Daniel conocía no vivían así. Así que tal vez debía decidir que al menos él iba a ser justo. Confesó su pecado y los pecados de su pueblo, y suplicó a Dios que escuchara su oración.
Daniel nos dio una lección potente sobre la oración. Nos enseñó que por
importante que sea la petición, primero debemos pasar tiempo adorando a Dios y confesando nuestros pecados.
Fíjate bien en los primeros 19 versículos de la oración de Daniel en el capítulo 9.
Escribe la docena de cosas que dijo sobre Dios cuando lo adoraba. Anota los muchos pecados que confesó en nombre de los israelitas. Eso te podría ayudar a desarrollar un nuevo patrón de oración.
Sí, la oración de Daniel y su petición eran muy importantes. Pero lo importante
para nosotros es lo que podemos aprender del patrón de oración de Daniel. —DB
R E F L E X I Ó N
■ ¿Qué sucedería si orara abiertamente como Daniel? ¿Me ridiculizarían? ¿Me
dejarían mis amigos?
■ ¿Cuál es mi proporción petición-alabanza? La de Daniel era algo así como 12
alabanzas por una petición. ¿Cómo puedo empezar a acercarme a esa
proporción?