En la primavera de 2009, Susan Boyle subió al escenario de Britain’s Got Talent (Gran Bretaña tiene talento). Comparada con los otros participantes, su aspecto no decía nada. Nadie esperaba mucho cuando colocó el micrófono junto a sus labios. Pero luego, comenzó a cantar. Los jueces quedaron atrapados y sin habla ante la belleza y la potencia de la voz que llenó el auditorio, mientras los deleitados espectadores se pusieron de pie para aplaudir. Todos se sorprendieron de que una canción tan apasionantemente hermosa procediera de una fuente tan insólita.
Todos nosotros podemos ser fuentes insólitas cuando se trata de transmitir con nuestra vida la hermosura de Jesús. Pero Él lo planeó así. Personas comunes como tú y yo nos turnamos en el escenario de la vida, frente a una audiencia escéptica, para que nuestros amigos, familiares y todos los que llenan el auditorio de nuestra existencia vean y escuchen que el amor y la gracia de Jesucristo emanan de nosotros.
Me encanta el recordatorio de Pedro en cuanto a que somos un «pueblo que pertenece a Dios, para que [proclamemos] las obras maravillosas de aquel que [nos] llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1 Pedro 2:9 NVI). Tal vez pienses que eres una fuente insólita; sin embargo, cuando dejes que el Señor fluya a través de ti, el mundo espectador se pondrá de pie y prestará atención.