¡Qué distintas son las cosas cuando el martirio llega a casa! Hemos leído el relato bíblico de la muerte de Esteban por lapidación y nos impresionamos con su valor. Puede que hayamos leído de cristianos asesinados por su fe en lugares muy lejanos como Cambodia o Liberia, y nos asombramos de su valor.
Sin embargo, ninguno de esos incidentes de martirio tiene tanto impacto en nosotros como la historia de Cassie Bernall, una de las estudiantes asesinadas en la horrible matanza de la escuela secundaria de Columbine. Podemos identificarnos con Cassie porque ella estaba en un ambiente que para todos nosotros es familiar. Estaba en su escuela secundaria. Estaba en la biblioteca. Estaba con amigos.
Cassie era como tú y como yo. No una heroína bíblica ni una persona que confrontaba un enemigo político hostil en una tierra lejana. Era sólo una niña. Especial, pero no famosa. Con luchas, con tarea, soñando con la universidad, los novios, las compras y el servicio a Dios. Esa mañana se despertó pensando en cosas de la secundaria.
Sin embargo, aquel día lleno de terror, le pidieron que tomara la mayor de las decisiones: honrar a Dios testificando verazmente que confiaba en Él… y morir. O mentir acerca de su relación con Cristo y tal vez evitar las balas de los asesinos. Ella decidió sacar la cara por Dios y dio su vida como testimonio de su fe.
¿Qué tributo podemos dar a alguien que ha dado tanto? ¿Cómo podemos honrar la memoria de Cassie por poner su fe en juego?
Podemos hacer lo que Pablo sugirió en Romanos 12:1. Él habló de un sacrificio
vivo. Cassie fue llamada a hacer un sacrificio de muerte, y el impacto de su martirio se sentirá durante muchos años. Nosotros, por nuestra parte, podemos renunciar a nuestras vidas mientras vivimos, lo cual también puede tener implicaciones de largo alcance. Podemos darnos para ayudar a los menos afortunados. Podemos negarnos a nosotros mismos y ser testimonio para otros de la gracia de Dios. Podemos poner a los demás en primer lugar para demostrar el amor de Cristo. Podemos dar lo mejor de nosotros en nuestro trabajo y en los estudios como una manera de honrar a Dios.
Las posibilidades son interminables.
El martirio ha tocado nuestra puerta. Cerciorémonos de que el sacrificio de Cassie también toque nuestros corazones estimulándonos a ser sacrificios vivos para Dios. —DB
R E F L E X I Ó N
■ ¿Estaría yo preparado para sacar la cara por Cristo como lo hizo Cassie?