Es mucho lo que se puede hablar en un viaje en van de 20 horas. Los ocho estudiantes de último año de secundaria iban apretados entre el equipaje, las
almohadas, las guitarras y el equipo deportivo. Venían de su viaje de fin de año.
Todos eran creyentes en Jesucristo, aunque procedían de grupos de iglesias diferentes. Su conversación era animada. Ningún tema parecía estar prohibido.
A la larga alguien mencionó que había habido, digamos, una gran «variedad» de trajes de baño en la playa que habían dejado atrás. Entonces, ¿qué pensaban de eso?
Todo el mundo estuvo de acuerdo en que obviamente era malo ponerse ciertos tipos de trajes de baño. «Yo me esforzaba por no mirar» —dijo un muchacho muy honesto. «Sí —dijo otro aún más honesto— pero a veces eso parece imposible.»
Una de las chicas se puso a la defensiva. «Bueno, yo no creo que deba limitarme en lo que me ponga sólo porque un muchacho tenga problemas con ello.» «Es
verdad —exclamó su perceptiva amiga— pero yo trato de tener mucho cuidado con las motivaciones que tengo para vestirme como me visto.»
Entonces habló el muchacho callado de la boina negra. «Es difícil saber dónde se traza la raya en la manera de vestirse —dijo— pero cuando veo a una muchacha que lleva puesto, ya sabes, poca cosa, por lo general no me
importa mucho saber cómo es. Sólo me importa cómo luce. Yo no quiero ser así y no creo que la mayoría de las muchachas quieran eso tampoco.»
La Biblia no dice específicamente: «Ponte esto o no te pongas aquello.» Pero violar el principio de la modestia puede llevar a problemas más significativos; como desobedecer el mandamiento de mantenerse puros sexualmente (1 Corintios 6:18-20). Entonces, ¿quién define lo que es modesto? Vivir una vida en blanco y negro en un mundo que incluye todo el espectro de colores no parece correcto. Algunas decisiones son obvias y otras no.
Necesitamos el discernimiento del Diseñador Maestro para saber qué ponernos y cuándo. Jesús dijo a sus discípulos que el Espíritu Santo los guiaría «a toda la verdad» (Juan 16:13). El mismo Espíritu Santo nos guía hoy. Pero debemos ser honestos con Dios acerca de nuestras motivaciones y sensibles a la guía del Espíritu Santo. Los muchachos no deben culpar nunca a las muchachas por los problemas que tienen. Una buena pregunta que las muchachas se pueden hacer cuando estén escogiendo qué ponerse es: «¿Qué quiero que los demás noten en mí?» La respuesta debe ser más reveladora que la elección de la ropa. —TG
R E F L E X I Ó N
■ Cuando salga de mi cuarto hoy, ¿querré que Jesús vea lo que llevo puesto?