Satanás es real y quiere destruirnos: cuerpo y alma. Vi esta verdad dramáticamente ilustrada en la universidad cuando asistí a la ópera Fausto, la leyenda de un hombre que prometió darle al diablo su propia alma si Satanás
restauraba su juventud y le daba conocimiento y poder.
Fausto consiguió lo que quería y al final, el diablo también. En la conclusión de la ópera, Fausto cantó a dúo con Margarita, la mujer que amaba. El horror de ese clásico dúo fue que mientras los dos cantaban, Fausto descendió solo al humo y fuego del infierno, mientras que Margarita ascendió con un coro de ángeles a las glorias del cielo. Todo era ficticio, claro, pero también fue estremecedor.
Más estremecedor aún fue el «pacto con el diablo» que vimos en abril de 1999 en Littleton, Colorado, cuando fueron asesinados 12 estudiantes de secundaria y un maestro.
Los dos jóvenes responsables de la atrocidad fueron descritos por testigos como muchachos totalmente desprovistos de sentimientos. Eran como hombres sin alma caminando, con sus corazones oscurecidos por volverse deliberadamente de los caminos de Dios a los caminos de Satanás. El final de la matanza vino cuando el diablo rápidamente cobró sus honorarios. En cierto
sentido, ellos le dieron sus almas a cambio de una infame aclamación, y él les quitó la vida.
Dos noches después aquí en Grand Rapids, Michigan, uno de sus ídolos, la estrella del rock Marilyn Manson, se burlaba de Dios y glorificaba el mal de esa violencia. Condujo a miles de fanáticos que lo aplaudían a levantar el dedo mayor en señal de desafío a la ley, el orden y todo lo que es bueno y correcto.
Los roqueros que causan conmoción como Manson no sólo entretienen al público. Cuando exaltan e idolatran las obras de la oscuridad actúan como emisarios de Satanás. Y sus seguidores trafican con sus almas. Como cristianos debemos orar fervientemente por su salvación y hacer todo lo que podamos para rescatarlos de un horrible destino. A menos que se arrepientan y se vuelvan a Dios, Manson y los que son como él también tendrán que pagar al diablo sus honorarios. —DO
R E F L E X I Ó N
■ Los músicos que escucho y las películas y programas de TV que veo,
¿glorifican los caminos pecaminosos de la humanidad o los caminos y
atributos de Dios?
■ ¿Estoy guardando mi corazón mediante la oración ferviente y prestando
atención a lo que es verdadero, honesto, justo, puro y amable? (Filipenses 4:8,9).