Graham, un amigo mío australiano, no nació ciego. Un extraño accidente lo dejó así cuando tenía nueve años. Sin embargo, él nunca sintió lástima de sí mismo. Dondequiera que iba, contaba lo que Jesús significaba para él. Su último viaje fue a Tailandia para ejercer como fisioterapeuta. Además de utilizar sus habilidades profesionales, quería compartir el evangelio de Cristo.
Los cuatro leprosos de 2 Reyes 7 también tenían una buena noticia para dar. Se habían encontrado imprevistamente con el campamento sirio y descubrieron que no había nadie. Después de apropiarse de la comida y del botín, recordaron al pueblo samaritano que desfallecía de hambre después de haber sido sitiado por los sirios. Su reacción fue: «No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos» (v. 9). Entonces, fueron y le contaron al resto de los israelitas acerca de las provisiones.
A pesar de sus desventajas físicas y sociales, tanto Graham como los leprosos pensaron en los demás. Estaban agradecidos por lo que habían encontrado y lo consideraban demasiado bueno como para guardárselo y no compartirlo con otras personas.
¿Conoces a alguien que necesite saber lo que Jesús hizo? No pongas excusas diciendo que te falta capacidad, sino ve y comparte la buena noticia de lo que el Señor ha hecho contigo. De este modo, tu vida tendrá un nuevo propósito.