Las uvas de la ira, la novela de John Steinbeck, ganadora del premio Pulitzer, comienza con una escena en Oklahoma, una zona arrasada por la sequía durante la Gran Depresión. Entre las semillas resecas y la tierra ahogada por el polvo, las mujeres miraban a los hombres para ver si se derrumbaban bajo tanta presión. Al ver que ellos estaban dispuestos a seguir adelante, ellas cobraron ánimo. Steinbeck escribe: «En lo profundo de su ser, las mujeres y los niños sabían que, si los hombres se mantenían enteros, ninguna desgracia sería demasiado tremenda». El tema no era la felicidad, ni la prosperidad ni la satisfacción, sino la entereza. Esto es lo que más necesitamos todos.
En la versión Reina-Valera de la Biblia, la palabra sano suele utilizarse al narrar situaciones donde Jesús curaba físicamente a las personas. Por eso, cuando el Señor se encontró con un hombre que había estado paralítico durante 38 años, le preguntó: «¿Quieres ser sano?» (Juan 5:5-6). Entonces, después de sanarlo, lo desafió para que también alcanzara la plena sanidad espiritual, diciéndole: «Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor» (v. 14).
Si sólo buscamos algo que Jesús pueda hacer a nuestro favor, nuestra relación con Él será limitada. Cuando lo que queremos es a Él mismo, eso trae plenitud a nuestras vidas. Para Cristo, lo primero y más importante es sanar todo nuestro ser.