Amado Señor, las cosas se ven muy oscuras para mí ahora mismo. Tú eres la Luz, por lo que te pido me des la luz suficiente para asegurarme de que el próximo paso sea el correcto. No tengo que conocer todo tu plan
para mi vida, sólo muéstrame qué hacer ahora. Confieso que no he orado así antes. Sabes cuánto me ha gustado tomar mis propias decisiones y tratar de ser mi propia luz. El orgullo ha dominado mi voluntad. Oh Dios, por favor perdóname y olvida ese pecado. De ahora en adelante, quiero que Tú gobiernes mi voluntad.
Eso suena a oración contemporánea, ¿verdad? Tal vez se parezca a una oración que hayas hecho… o necesites hacer. En realidad esa oración fue escrita hace unos 175 años por John Henry Newman, un joven predicador, cuando estaba a punto de tomar una decisión que cambió su vida. Sus palabras a la larga llegaron a ser la letra de un himno muy conocido en la iglesia de habla inglesa.
Aunque lo he parafraseado en prosa llana, una frase que no necesitaba interpretación moderna es: «El orgullo ha dominado mi voluntad.» Toda persona que ha vivido desde Adán y Eva podría hacer esa confesión. Fue, en
efecto, la razón del primer pecado. Aun si hemos tomado la decisión de rendir nuestro corazón y nuestra vida a Cristo, a veces dejamos que el orgullo determine nuestras decisiones diarias y hasta las que tomamos cada hora.
Dios nos ama y sabe que sus hijos nunca podremos estar verdaderamente
contentos hasta que estemos dispuestos a dejar que Él nos guíe. Vivimos en tiempos espiritualmente oscuros, y podemos suplicar junto a Newman: «Guíame, buena Luz, en medio de esta penumbra que me envuelve, guíame Tú; la noche es oscura, y estoy lejos del hogar; guíame Tú.»
Quizás hayas permitido que el orgullo y tus propios intereses determinen la
mayoría de tus decisiones hasta este momento, y ahora no tienes ni idea de lo que debes hacer ni dónde debes ir. Aparta algunos minutos importantes para hacer la confesión de John Henry Newman. Pide al Padre que te dé la luz que necesitas para volver al sendero por el que quieres andar. —DO
R E F L E X I Ó N
■ ¿Se basa la mayoría de mis decisiones en lo que yo sé que Dios desea, o en mis
propios deseos egocéntricos?
■ ¿Estoy «en la oscuridad» respecto a qué hacer con mi vida? ¿Podría ser que
hasta ahora haya dejado que el orgullo gobierne mi voluntad?
■ ¿De qué manera específica voy a cambiar?