¿Alguna vez has ido de excursión? De niña yo fui al planetario y al museo. En la escuela secundaria probé el agua de un arroyo. En la universidad desenterré
fósiles en una carbonera. Mis profesores pensaban que una aplicación práctica de lo que aprendíamos en clase nos beneficiaría y nos ayudaría a expandir nuestro conocimiento y comprensión.
Probé la misma cosa llevando a mis niñas de escuela dominical a un baptisterio vacío para enseñarles del bautismo.
Todas estas actividades tienen una cosa en común: sacan el conocimiento de la cabeza de una persona y lo colocan en el mundo real.
Dios nos manda a hacer lo mismo con nuestra fe. Él dice en Santiago 2:17: «Así también la fe, si no tiene obras, está completamente muerta.» Las obras son como una excursión. Es sacar la fe de tu cabeza y llevarla al aula de clases o al laboratorio.
Entonces, ¿cómo conviertes tu fe en algo vivo en la vida real? Antes que nada, tienes que entender que Dios te manda a hacerlo. En el pasaje que acabas de leer, Santiago dice tres veces que la fe sin obras es muerta.
Hay muchas maneras de llevar tu fe a una excursión. Hazte amigo de un compañero de clases que parezca sentirse solo. Ayuda a servir comida en un comedor para personas pobres. Maneja el autobús de la iglesia para llevar
niños. Sé amable con tus hermanos. Escribe una carta a tu abuela. Sonríele a alguien.
Las excursiones eran muy buenas en la escuela. Comprueba lo buenas que son
cuando es Dios a quien obedeces. —AB
R E F L E X I Ó N
■ ¿Cuándo fue la última vez que hice algo extraordinario por alguien? ¿Qué
hice?
■ ¿De qué dos maneras puedo hacer algo por alguien esta semana?
■ Voy a describir la excursión de fe más importante que he hecho: