Escuché decir a un adolescente de una familia creyente: «Mi mamá no cree que esté mal decir palabrotas». Luego aclaró cuáles le parecían aceptables a ella; eran términos que desde hace mucho tiempo se han considerado inapropiados.
En los últimos años, la forma de hablar de la gente se ha degradado, pero nosotros no tenemos que adaptarnos a eso. Al esforzarnos para tener «cuidado de [nuestra] manera de vivir» (Efesios 5:15 NVI), deberíamos pensar en cómo honrar a Dios con nuestras palabras.
Agradamos al Señor con nuestra lengua cuando demostramos buen criterio. «El que refrena sus labios es prudente», nos recuerda Proverbios 10:19. Cuando hablamos, tenemos que filtrar las palabras que salen de nuestra boca: «El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda de angustias» (Proverbios 21:23).
Es importante emplear palabras agradables y positivas, incluso para referirse a temas complicados. «La palabra áspera hace subir el furor», pero «la lengua de los sabios adornará la sabiduría» (Proverbios 15:1-2).
Por último, debemos evitar las palabras que den una imagen pobre de nuestra posición como hijos de Dios. La exhortación de Pablo, «ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca», establece un patrón estricto para el uso correcto del vocabulario.
Para honrar al Señor en cada área de la vida, utiliza palabras que sean agradables y aceptables para un Dios santo.