Kevin Sean Rowe aprendió lo sabio que es estar alerta cuando uno juega con trenes… y no me refiero a los trenes de juguete. La historia de Kevin y su nuevo respeto a los vehículos grandes que pesan miles de millones de toneladas (bueno, admito que exageré un poquito), comenzó bastante inocentemente. Era un simple deseo de aplastar una moneda. (¿Has oído hablar de estirar el peso? Esto no tiene nada que ver.)
El escritor de 34 años de edad caminó hacia unos rieles de tren, dejó caer una moneda en un riel de acero, y esperó que el tren que venía en dirección sur pasara por encima
de ella. (NOTA: ¡NO INTENTES HACER ESTO EN TU CIUDAD!) Kevin escogió un lugar interesante para esperar que la moneda quedara aplastada. Se paró justo en medio de los
rieles donde pasaría el tren en dirección norte. Voy a dejar que sea él quien termine la historia: «Yo era muy consciente del primer tren (que venía hacia mí), pero ignoré totalmente el segundo.»
El tren que iba hacia el norte golpeó a Kevin por detrás, lo levantó en el aire, y lo dejó con el cráneo fracturado, las costillas rotas y un pulmón destrozado. Milagrosamente, se va a recuperar y va a quedar bien, gracias.
¡Pobre Kevin! ¡Qué manera de aprender una lección importante acerca de estar alerta! Si al menos hubiera habido un amigo cerca (mirando en dirección opuesta) tal vez hubiera podido evitar el dolor. En 1 Tesalonicenses Pablo nos recordó que amonestáramos a los ociosos, alentáramos a los de poco ánimo, sostuviéramos a los débiles y fuéramos pacientes para con todos (5:14). Si mantenemos los ojos abiertos podemos ayudarnos unos a otros a estar alertas al peligro.
El pecado, como un tren que no se ve, puede a menudo golpearnos porque no vemos cuando viene. Si nos rendimos cuentas unos a otros y somos abiertos y honestos con un pequeño grupo de cristianos, tenemos la oportunidad de que otros nos adviertan de vías en las que no debemos estar parados ni andar por ellas. Tal vez debas considerar rendir cuentas a unos cuantos creyentes como tú (en edad, sexo y valores) que deseen crecer en su relación con Dios. Reúnete con ellos regularmente, al menos una vez a la semana.
Abran sus corazones unos a otros. Lean las Escrituras y oren juntos. Aprenderán
cosas importantes para evitar que a su vida se la lleve un «tren».
R E F L E X I Ó N
■ ¿En cuáles situaciones soy más vulnerable al ataque espiritual?
■ ¿A quiénes les puedo pedir que me ayuden a rendir cuentas?