Los antiguos israelitas se reunieron en Gilgal para la coronación de Saúl como su primer rey (1 Samuel 11:15). El Señor no estaba complacido de que Su pueblo hubiera pedido un rey; sin embargo, en esta ocasión, Samuel expresó estas palabras: «Jehová no desamparará a su pueblo, por su grande nombre; porque Jehová ha querido haceros pueblo suyo» (12:22).

Si hemos confiado en Jesús como Salvador, nosotros también somos un «pueblo que pertenece a Dios» (1 Pedro 2:9 NVI). El Señor no nos desamparará aunque es consciente de que le fallaremos. Él sabe cómo somos: pecadores, débiles y frágiles. Ya lo sabía antes de llamarnos y atraernos hacia Él. La seguridad de nuestra salvación no depende de nosotros, sino del carácter de Dios (1 Juan 5:20). Él nos guardará hasta el fin.

Esto no nos da una excusa para seguir pecando. Pablo dijo: «Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?» (Romanos 6:2). Sin duda, nuestras decisiones afectan a la reputación de Dios, nuestro testimonio en el mundo y nuestra comunión con Él. No obstante, Dios nunca rechazará a Su pueblo, aquellos que son realmente Suyos. El Señor no puede desamparar ni desamparará a quienes le pertenecen a Él (Hebreos 13:5).

Podemos descansar seguros. Lo que Dios salva, también guarda… ¡por Su gran nombre!