La gente tiene ciertas necesidades que son tremendamente profundas. El poeta Alfred Tennyson dijo: «Nunca la mañana se redujo a ser noche, pero algunas ciertamente destruyeron el corazón».
A veces, nos encontramos conversando con amigos angustiados y tal vez sentimos que tenemos una necesidad imperiosa de saber qué decir. ¿Cómo podemos «saber hablar palabras al cansado», como declara Isaías 50:4?
Decirles a las personas lo que los maestros humanos nos han enseñado puede producir cierto impacto en ellas. No obstante, las palabras más útiles y convincentes las dicen aquellos que son enseñados por el Señor mismo.
Por esta razón, es esencial que nos sentemos a los pies de Jesús y aprendamos de Él. Cuanto más recibimos de Él, tanto más tenemos para ofrecer a los demás. George MacDonald describe este tiempo con el Señor como tener «una cámara en Dios mismo». Luego continúa diciendo: «Fuera de [esta] cámara […] el hombre debe brindar enseñanza y fortaleza a sus hermanos. Para esto fue hecho».
Es mediante el estudio, la lectura y la meditación bíblica cuidadosa y acompañada de oración que Dios nos habla al corazón. Él nos da «lengua de sabios» (Isaías 50:4) a fin de que tengamos algo para compartir con aquellos que están sumidos en la desesperación.