En 1602, el artista italiano Caravaggio pintó un cuadro titulado La captura de Cristo. Esta obra, una muestra temprana del estilo barroco, es cautivante. Hecha con matices oscuros, permite que el observador contemple el arresto de Jesús en el huerto de Getsemaní. Dos elementos notorios de la escena descrita en la pintura captan la atención de quien la contempla. El primero es Judas, dando el beso traidor. Sin embargo, la vista luego se centra inmediatamente en las manos de Jesús, las cuales están suavemente entrelazadas mostrando que no ofrecía ninguna resistencia ante esa injusticia. Aunque Cristo tuvo el poder para crear un universo, se entregó voluntariamente a Sus captores y a la cruz que le aguardaba.
Mucho antes de que tuviera lugar esta escena, Jesús les dijo a sus oyentes que nadie podía quitarle la vida, sino que Él la ponía voluntariamente (Juan 10:18). Esta actitud de entrega voluntaria fue profetizada por Isaías, quien escribió: «Como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca» (Isaías 57:3).
El sacrificio personal de Cristo, a semejanza del de un cordero, es una muestra maravillosa de la grandeza de Su amor. «Nadie tiene mayor amor que este», explicó Él, «que uno ponga su vida por sus amigos» (Juan 15:13). Piénsalo. ¡Hasta tal punto te amó Jesús!