Uno no puede verlo, oírlo ni tocarlo, pero el aroma es algo poderoso. El olor de cosas como los crayones, las petunias y los perfumes evocan recuerdos que me transportan al pasado y me traen a la mente personas y lugares que, de otro modo, no recordaría.
Algunas celebridades tienen fragancias que llevan sus nombres. Los fans pueden identificarse con una actriz o un cantante usando los perfumes con sus nombres. En relación a esto, la revista Ladies Home Journal publicó un cuestionario para ayudar a las lectoras a determinar cuál es la fragancia perfecta para ellas. La idea es que, para que una mujer sea recordada, debe tener un aroma con el cual se la asocie.
El concepto de la fragancia personal no es nuevo. Dios lo incorporó como parte de la adoración. En el tabernáculo, una determinada esencia debía asociarse con el Señor (Éxodo 30:34-35). La gente tenía prohibido usarla para otra cosa que no fuera la adoración (vv. 37-38).
Este concepto continúa en el nuevo pacto, pero con una diferencia impactante. En vez de usar incienso para hacer que la gente piense en Él, Dios utiliza a los creyentes como Su «fragancia personal» ante el mundo (2 Corintios 2:14-15). Que Dios se identifique con nosotros de una manera tan poderosa es un concepto que verdaderamente nos llena de humildad, y hace que me pregunte: «¿Qué piensa la gente de Dios como resultado de estar a mi alrededor?».