En Oregón, una mujer fue interceptada mientras conducía a 170 km por hora, con su nieto de 10 años en el automóvil. Cuando la policía la detuvo, les dijo que sólo estaba tratando de enseñarle al niño a no conducir nunca a esa velocidad. Supongo que quería que él hiciera lo que ella decía, no lo que hacía.
Los fariseos y los escribas parecían tener un problema similar. Jesús hizo una dura declaración sobre ellos: Estaban en bancarrota espiritual. Responsabilizó directamente a estos dos grupos del lamentable estado espiritual que reinaba. Como sucesores de Moisés, quien les había entregado la ley, ellos tenían la responsabilidad de exponerla para que la gente anduviera en los caminos de Dios y tuviera una relación auténtica y vibrante con el Señor (Deuteronomio 10:12-13). Sin embargo, para ellos, la interpretación y la aplicación de la ley se tornaron más importantes que la ley de Dios en sí. No practicaban lo que predicaban. Lo que cumplían no era para que Dios fuera glorificado, sino para recibir ellos la honra. Jesús puso en evidencia lo que eran: agentes de imagen, pura pose e hipócritas.
La prueba de ser seguidores eficaces de Cristo no está en lo que decimos, sino en cómo vivimos. ¿Estamos comunicándoles a otros la Palabra de Dios y haciendo lo que ella dice? Mediante las palabras y las acciones, seamos un ejemplo de lo que significa seguirle.