En Mateo 5:38-41, Jesús hizo tres declaraciones radicales. Primero, dijo que una persona debe poner la otra mejilla cuando alguien la golpea. Segundo, declaró que sus seguidores deben dar a los que lo demandan más de lo que piden. Tercero, dijo que una persona obligada por un funcionario romano a llevar una carga por una milla debe ofrecerse a ir 2. ¿Significa esto que nunca debemos poner resistencia cuando alguien nos ataca? ¿Debemos permitir que todo el mundo se aproveche de nosotros?

Esto no puede ser lo que Jesús quiso decir. Después de todo, Jesús censuró a los fariseos que lo atacaban (Mateo 23) y objetó cuando fue golpeado por uno de los funcionarios del sumo sacerdote (Juan 18:22-23). Además, aconsejó a sus discípulos para que tomaran medidas para defenderse (Mateo 10:16; Lucas 22:36-38). También dijo que no debían preocuparse de antemano por cómo iban a responder a las acusaciones de sus enemigos, porque Él les daría las palabras correctas de manera que sus adversarios no pudieran «resistirlos ni refutarlos» (Lucas 21:14-15).

De la misma forma, el apóstol Pablo se defendió agresivamente contra sus enemigos haciendo valer sus derechos como ciudadano romano y diciendo claramente a sus atacantes que podía haber consecuencias si le hacían daño ilegalmente (Hechos 23:1-3; 25:14-27).

Lo que Jesús pide a sus seguidores no es pasividad, sino renuncia al derecho a la venganza personal. Sus tres ejemplos radicales hablan de la actitud que debemos tener hacia los que nos hacen daño. En vez de vengarnos, debemos estar dispuestos a ir hasta el otro extremo. Necesitamos estar listos para humillarnos por el reino de Dios. Necesitamos entender que la venganza no es nuestra, sino del Señor (Romanos 12:19).

La tendencia natural humana ha sido buscar la satisfacción emocional de la venganza por el daño percibido (Génesis 4:8). Nuestra respuesta instintiva a cualquier tipo de daño es odio y deseo de venganza. Es por eso que Jesús dijo tan claramente en su Sermón del Monte que el odio interno, igual que el asesinato externo, está sujeto al juicio de Dios (Mateo 5:22-23).

La ley del Antiguo Testamento ponía limitaciones a la venganza (Éxodo 21:23-25). Aunque lo del «ojo por ojo» se ha interpretado mal muchas veces como queriendo decir que se requiere venganza, su verdadero propósito era poner limitaciones a la misma. La ley prescribía que el castigo debía ser adecuado al delito. La ley no permitía quitar la vida en venganza por un insulto o un daño menor. Si se sacaba un ojo, sólo uno ojo se podía quitar; si un diente, sólo un diente. Jesús fue mucho más lejos que la ley dejando ver claramente que Él no estaba pidiendo sólo más limitaciones a la venganza. En Mateo 5:38-48 dejó implícito que debemos renunciar a la venganza personal completamente. Pero tal como lo ilustran antes Jesús y Pablo, existe una diferencia entre confrontar el mal y buscar la venganza personal. Es posible confrontar el mal con un deseo de redención para el que lo perpetra. Somos llamados a amar al pecador al tiempo que confrontamos su pecado, pero cuando buscamos la venganza personal, estamos motivados por el odio, por un deseo de hacer que alguien sufra por lo que nos han hecho a nosotros.

Si Mateo 5:38-38 se fuera a tomar literalmente todas las veces, tendríamos que dejar que todos se aprovecharan de nosotros. El poner la otra mejilla se convertiría en un aliciente para el mal. Eso no es lo que Jesús quiso decir. Sus claros ejemplos ilustran la necesidad de sus discípulos de renunciar a toda idea de derecho personal a la venganza, a ser purgados de la motivación de la venganza personal. Al pedirle que pongan la otra mejilla, Jesús quiso decir que sus discípulos debían estar motivados por el amor y por un deseo de redención y perdón a los ofensores, incluso cuando se opusieran a sus acciones.

Escrito por: Dan Vander Lugt