Uno de los peores errores que podemos cometer acerca de nuestra propia seguridad en Cristo es basar la realidad de nuestra salvación en nuestros sentimientos. Nuestras emociones se ven afectadas por tantas cosas distintas que es engañoso basar nuestra seguridad en ellas. Cada uno de nosotros crece en un ambiente que nos deja cicatrices emocionales. Algunas personas se sienten ansiosas y tensas a causa de acontecimientos en su pasado. Otras son afligidas por la ansiedad debido a trastornos neurológicos o desbalances en la química del cuerpo.

Puesto que la salvación se basa en la creencia en Cristo y en la opción de confiar en Su muerte por nosotros, el camino a la seguridad no se halla en nuestros sentimientos, sino en reconocer y confiar en lo que Dios ha hecho.

Cuando nos colocamos voluntariamente bajo la influencia de Cristo y confiamos en Su Espíritu para que nos guíe hacia una conducta consecuente con nuestra confesión de fe, experimentamos sanidad espiritual, una sanidad que se extiende incluso a nuestros sentimientos y emociones. Sin embargo, éste es un proceso gradual y puede tener muchos reveses.

Es bueno compartir las dudas que uno tenga con un amigo cristiano, pastor o consejero. El solo hecho de hablar con otra persona nos puede ayudar a vernos a nosotros mismos y a nuestra situación más claramente. También podemos encontrar consuelo en los muchos pasajes bíblicos que hacen hincapié en la seguridad que tienen los creyentes en Cristo (por ejemplo Juan 10:28-30; 13:1; Romanos 8:29-39; 1 Corintios 3:15; 12:13; Efesios 1:13; 4:20; Judas v. 24).

Aunque la Biblia no enseña que los creyentes puedan perder su salvación, los verdaderos creyentes pueden descarriarse y perder el gozo. El Nuevo Testamento nos da muchos ejemplos de creyentes que se alejaron de su comunión con Jesucristo: los discípulos (Mateo 26:56); Pedro (Mateo 26:69-75); los cristianos de Corinto (2 Corintios 12:20-21), y las iglesias de Asia (Apocalipsis 2:4; 14-15,20).

Pero deberíamos hacer distinción entre descarriarse y apostatar, que es dejar la fe. Un verdadero cristiano puede descarriarse, ser disciplinado por Dios y arrepentirse y volver (Hebreos 12:6; Apocalipsis 2:5). Una persona que ha meramente profesado fe sin un encuentro genuino con Cristo puede partir, prosperar externamente y nunca volver. El apóstol Juan dijo que algunos que habían dejado la comunión de los creyentes y ahora estaban enseñando una falsa doctrina mostraron con sus acciones que en realidad nunca pertenecieron a Cristo (1 Juan 2:19). Puede ser imposible para nosotros hacer juicio acerca de si la persona es un cristiano descarriado o un impostor. A veces, sólo el tiempo puede decir.

La doctrina de la seguridad eterna como se enseña en las Escrituras tiene la intención de consolar a los verdaderos cristianos que desean vivir fielmente para Jesucristo. La gente que una vez profesó la fe pero que ahora vive en pecado no debe consolarse asumiendo que una profesión de fe garantiza su salvación. No ganamos nada examinando la naturaleza de su “decisión” pasada. Ellos necesitan considerar seriamente su estilo de vida a la luz de pasajes como 1 Juan 3:4-9. Si son genuinamente salvos, Dios los va a disciplinar (Hebreos 12:6).

Escrito por: Dan Vander Lugt