Una cosa es creer que Dios tiene planes para Israel y que puede que la esté trayendo de vuelta a su tierra natal. Otra muy distinta es implicar que Dios aprueba o es directamente responsable de todo lo que Israel hace. Israel, los palestinos, Turquía, Inglaterra, las naciones árabes vecinas, los Estados Unidos y cualquiera de los participantes en el conflicto histórico y actual del Medio Oriente son todos responsables de sus propias acciones. Las malas acciones de los participantes, no Dios, han producido las hostilidades de hoy.

Dios nunca aprueba la injusticia (Génesis 18:25; Proverbios 21:3; Isaías 1:1-20). Fue la incredulidad de Israel -a menudo expresada en injusticia- lo que la llevó a la destrucción.

Así dice el SEÑOR: Por tres transgresiones de Judá, y por cuatro, no revocaré su castigo, porque desecharon la ley del SEÑOR y no guardaron sus estatutos; también les han hecho errar sus mentiras, tras las cuales anduvieron sus padres. Enviaré, pues, fuego sobre Judá, y consumirá los palacios de Jerusalén. Así dice el SEÑOR: Por tres transgresiones de Israel, y por cuatro, no revocaré su castigo, porque venden al justo por dinero y al necesitado por un par de sandalias. Los que pisotean en el polvo de la tierra la cabeza de los desvalidos, también tuercen el camino de los humildes. Un hombre y su padre se llegan a la misma joven profanando mi santo nombre (Amós 2:4-7).

Por tanto, aunque creemos que Dios tiene un propósito en la preservación de Israel, esta nación y sus aliados son responsables delante de Él de sus propias acciones. Israel es responsable de cualquier injusticia que se haya cometido contra los vecinos árabes en el curso del restablecimiento de la tierra. De la misma forma, los palestinos y sus aliados también serán responsables de cualquier injusticia que se cometa contra Israel. Delante de Dios, ninguna de las dos partes tendrá un argumento válido para devolver mal por mal.

Puesto que Él es soberano, Dios puede usar las malas acciones de la gente y de las naciones para cumplir sus buenos propósitos. Sin embargo, a pesar de que el Dios soberano puede permitir y aprovechar el mal que hacen los demás para avanzar sus propósitos, nunca causa el mal ni lo aprueba.

El establecimiento del estado de Israel en 1948 puede terminar siendo el cumplimiento de la profecía. Sin embargo, lo que sí sabemos es que hoy, Israel está viviendo separada de Dios. La mayoría de ellos o son agnósticos (no buscan a un Mesías), o son seguidores del Talmud y no del Antiguo Testamento. Todavía no ha llegado el día en que Dios restaure a Israel a su lugar de bendición: ella será injertada en el olivo otra vez, y su ceguera será quitada (Romanos 11:24-25). Este será un tiempo de gran bendición para el mundo. Será como “vida de entre los muertos” (Romanos 11:15).

Escrito por: Dan Vander Lugt